¿Qué es un monstruo arquitectónico?
- Alejandra Nicolau
- 4 nov 2022
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 3 oct 2023
**Rescate este post mío de otro blog**
Este será un post muy breve, en primer lugar, porque es introductorio y en segundo porque espero que sea un detonante para ayudar a quien desee escribir sobre monstruos arquitectónicos. La definición de monstruo es algo que desconcierta, algo fuera de la normalidad, que rompe el orden, ajeno a las expectativas, pero sobre todo algo que tiene un toque de “fealdad” y “horror”. Por lo que considero que esas características pueden ser atribuibles a cualquier persona u objeto que contenga una forma, o en el caso de la siguiente metáfora una estructura genética. De acuerdo con el libro Adaptive Reuse, de Liliane Wong, existe algo llamado el “Síndrome de Frankestein”[1] y se puede resumir como aquello que, debido a la modernidad, experimenta una reconstrucción a través de la selección y adición de partes mejores y fundamentales para su funcionamiento, pero con el gravísimo error de agregar un cerebro no funcional, uno no compatible con el ADN original, lo que ocasiona la incompatibilidad con la mayoría del organismo y por lo tanto su malfuncionamiento. ¿Qué edificio, casa o parque podría tener este síndrome? Seguro conoces muchos casos como este, por lo que te reto que comiences un juego, enlista y toma fotos de todos aquellos “pacientes” que podrían ser sometidos a una cirugía para la “amputación” de esa parte incompatible, para que poco a poco vuelvas a tu ojo arquitectónico más crítico, pero sobre todo más respetuoso con las estructuras históricas, los genes originales de la ciudad. [1] Wong Liliane, Adaptive Reuse, Germany, Birkhauser, 2017, página 34.




Me gustó mucho el post porque me hizo reflexionar cómo algunos edificios pierden su esencia al intentar ser “modernos” “minimalistas” o “aesthetic”. Este post me recordó la importancia de valorar y respetar la identidad original de cada construcción.
Es hora de dejar de lado esa obsesión por embellecer sin comprender, y comenzar a valorar lo auténtico, lo que tiene memoria, estructura y sentido. No se trata de que todo se vea "bonito", sino de que todo dialogue con su contexto, con su origen y con las personas que lo habitan. El reto de identificar estos “Frankensteins urbanos” me parece una excelente forma de agudizar la mirada crítica y aprender a respetar lo que ya estaba antes, incluso si no entra en los cánones de belleza actual.